Relato basado en “La Máquina de la Escuela”, Francesco Tonucci
Soy Katherine,
tengo seis años. Salí de casa para entrar al sistema escolar, dónde sentí que entraba a una fábrica, éramos 500 compañeros, de diferentes edades, estilos y formas de ser. La finalidad de esta fábrica es terminar siendo todos iguales, buenos ciudadanos.
En el camino fui
viendo como muchos de mis compañeros fueron quedándose atrás por querer expresar su opinión, pensar diferente, tener habilidades distintas; tener aspectos distintos a la sociedad que se quería construir a futuro u otros motivos.
En la fábrica se
sentía como que te inyectaran los aprendizajes sin considerar los intereses personales ni tampoco te hacían reflexionar ante estos. Las cosas que nos enseñaban venían de otros ajenos a nuestros procesos educativos, personas que estaban lejos de nosotros, que nunca se involucraron y no mostraban interés por nuestra individualidad.
Tuve un
compañero que se llamaba Luis, que no pudo acabar el proceso conmigo; hace unas
semanas lo encontré mientras caminaba por la ciudad, no pude reconocerlo. Su
cuerpo había cambiado por los efectos de las drogas, solo supe que era él por
el tono de su voz tan particular cuando me pidió unas monedas para comida.
Aunque yo compartía los mismos ideales que luis, me sorprende que nuestros
caminos se hayan alejado tanto, ya que a diferencia de él, yo prefería no alzar
mi voz ni mostrar mi opinión personal. Me pregunto qué será de la vida de mis
otros compañeros que también quedaron atrás en el proceso.
….
Tengo una vida exitosa, el trabajo que hicieron en la fábrica fue muy bueno, funciono excelente conmigo, tengo una buena vida, soy profesional, soy parte de la sociedad y la fábrica estaba en lo cierto, hay personas que no sirven para estar en la sociedad, yo era más capaz.
Ahora, que tengo
30 años, me visto igual todos los días, hago el mismo trabajo todos los días,
salgo muy temprano y llego muy tarde… todos los días.
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