Pensar la escuela actualmente en Chile es pensar inevitablemente en las evaluaciones que se dan en el aula de clases y en las escuelas; es pensar en el SIMCE, en la PSU; pruebas que tienen, más que nada, un fin certificador de una enseñanza descontextualizada, que toma al sujeto que está en el proceso de aprendizaje y al sujeto que está en el proceso de enseñanza como sujetos estáticos, elementos estadísticos de una curva normal en donde el fracaso es parte de la gran probabilidad. "La cultura del test" no hace que separar dos procesos que, naturalmente, deberían ser inseparables: la enseñanza y el aprendizaje; colocando en la frente de las y los estudiantes un gran "DEBER SER", dejando atrás los por qués y para qués de la práctica educativa.
Una cultura basada en un enfoque pedagógico; en donde se tome en cuenta la heterogeneidad de los estudiantes, en dónde todo participante de la acción pedagógica sea parte de la estructuración de los haberes educativos; no tendría la necesidad de hacer enfrentar a los y las estudiantes a la ansiedad de verse ante una evaluación que "defina" sus vidas, una evaluación que acredite (mediante respuestas correctas o erróneas) si son ciudadanos lo suficientemente formados.
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