noviembre 13, 2018

Ficha bibliográfica 4 - La atención a la diversidad en las prácticas de evaluación. Coll, C., Barberà, E. & Onrubia, J. (2000).



por Jaime Aguilera
FICHA DE LECTURA


Referencia
(formato APA)
Coll, C., Barberà, E. & Onrubia, J. (2000). La atención a la diversidad en las prácticas de evaluación. Infancia y Aprendizaje, 90, 111-132.
Síntesis y principales conclusiones:






Las evaluaciones dentro de la acción pedagógica no sólo recae en evaluar el proceso de aprendizaje de los y las estudiantes sino que también permite evaluar la enseñanza, permitiendo una vinculación entre estos dos procesos. Pensándolo así, la evaluación, cabe pensarla como un recurso educativo que permite una apropiación significativa de los contenidos enseñados; es por esto que pensar en una transformación de las prácticas educativas conlleva darle un lugar especial al repensar el proceso de evaluaciones.
Lo importante dentro de las evaluaciones no es la emisión de un juicio sino, más bien, la comunicación y el actuar que se da después de él; ésta intención es la que guía la planificación de las próximas evaluaciones, los criterios y las actividades asociadas a ellas; y cómo los y las estudiante participan en la elaboración de las mismas. Es en esta línea que entra en importancia el “por qué” y “para qué”, y no solo el “qué” se está evaluando.
Las evaluaciones, dentro de práctica pedagógica, pueden tener lugar en diversos momentos y resolver distintos objetivos, pudiendo clasificarse así en evaluaciones iniciales, formativas y finales. Las iniciales tienen como meta identificar las necesidades educativas de los y las estudiantes, las formativas buscan relacionar la información del proceso de aprendizaje de los estudiantes con las características de la acción pedagógica, y las finales plantean el término de uno o varios procesos de enseñanza y determinar en qué grado se han realizado los aprendizajes esperados. Todas estas funciones de las evaluaciones muchas veces se entrecruzan al girar en torno a dos dimensiones: el cuándo y para qué se está evaluando; ya que, por ejemplo, tanto la evaluación formativa como la final (en distintos tiempos) pueden estar al servicio de la regulación posterior del proceso. También, dentro de esto, se suma el carácter pedagógico (para regular el proceso) o el carácter social (certificar la capacidad de las y los estudiantes como una “rendición de cuentas”) de las evaluaciones.
Actualmente, en las escuelas, los procesos de evaluación decantan más que nada en una función acreditadora (polo social), en donde se da una separación de los procesos de enseñanza y de aprendizaje, buscando una medición cuantitativa. Esto es lo que se ha denominado “la cultura del test”, que da prioridad, en base a evaluaciones estandarizadas, a la eficiencia y la rapidez de la ejecución más que a la reflexión y comprensión.
Otra cultura que podemos encontrar, en menor medida, es la que se familiariza con la función pedagógica, donde se da prioridad a una evaluación cualitativa, multidimensional y dinámica del aprendizaje; tratando de poner la enseñanza en contexto para dotarla de una reflexión que facilite la aprehensión del proceso entero.
Estas dos concepciones acerca de las evaluaciones conlleva, también, una visión contrapuesta sobre la atención educativa a la diversidad. La “cultura del test” tiene un imaginario acerca de las y los estudiantes en dónde son parte de una curva estadística normal, tomando como algo inevitable el fracaso; teniendo una concepción estática y una respuesta educativa selectiva de las diferencias. Mientras que la cultura basada en la función pedagógica tiene una concepción de los sujetos en donde la inteligencia, la motivación y las capacidades son dinámicas, por lo que la enseñanza se torna “adaptativa” frente a las características y los procesos de aprendizaje de los y las estudiantes, dotándolos de un apoyo diversificado.
Es en este sentido en dónde se hace importante identificar conceptualmente los enfoques, programas, situaciones, actividades y tareas que se podrían dar en torno a las evaluaciones. Así, entenderemos el enfoque de evaluación como las ideas que tiene el o la profesora sobre la naturaleza de la evaluación del aprendizaje. El programa de evaluación sería el conjunto de situaciones que despliega tanto el profesor como las y los alumnos en un proceso de enseñanza y aprendizaje. Las situaciones o actividades se entenderían como partes del proceso didáctico que se mueven por el motivo común de exponer los conocimientos. Las tareas de evaluación son las preguntas que deben responder los y las estudiantes dentro de una específica situación de evaluación.

Breve comentario:





Todo lo anterior son conceptualizaciones de la práctica educativa que no necesariamente tienen que ser tan rigurosas, ya que se entiende que el proceso educativo es mucho más dinámico y rico que simples conceptos; pero llegan a ser necesarios para la elaboración de una educación que atienda a la diversidad, en donde profesor y alumno sean parte del por qué y para qué, y donde se vea a los sujetos como seres dinámicos que hacen imposible una educación, y sobretodo, una evaluación estática y descontextualizada.
Citas textuales:
(útiles para ser recogidas en informes y publicaciones)








Al mismo tiempo, el énfasis en la medida se desplaza hacia lo que podemos denominar el ‘retrato’ o ‘perfil’ de las competencias del alumno en relación con los aprendizajes realizados: una valoración del aprendizaje, por tanto, de carácter cualitativo más que cuantitativo, multidimensional más que unidimensional, y dinámica más que estática (Coll, Barbera & Onrubia, 2000, p.120)

Algunos autores, como Nunziati, van incluso más lejos llegando a afirmar que “la reforma del sistema educativo se hará a través de la evaluación o no se hará”, o aun, que sin la transformación de la evaluación “no hay cambio posible en las prácticas pedagógicas” (Nunziati, 1990 en Coll, Barbera & Onrubia, 2000, p.112)

En todos los niveles de la educación y en todos los procesos formativos, la evaluación del aprendizaje es, al menos potencialmente, un instrumento de suma importancia e interés para la toma de decisiones pedagógicas o didácticas, y en especial para regular la enseñanza y adaptarla a las características de los alumnos. (Coll, Barbera & Onrubia, 2000, p.117)


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