FICHA DE LECTURA
Isabel González Quiroz
Referencia
(formato APA)
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Hargreaves, A. (1996). Profesores, Cultura y Postmodernidad. Cambian los tiempos, cambia el profesorado. Madrid: Morata. (Cáp. 11, La reestructuración (más allá de la colaboración), pp. 264-286)
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Síntesis y principales conclusiones:
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El texto se trata de la “reestructuración” en las escuelas, que el autor intenta precisar en base a diversas opiniones, concluyendo que para todos los casos, la reestructuración tiene que ver con la importancia de la “redefinición fundamental de las reglas, papeles, responsabilidades y relaciones de los alumnos, profesores y líderes de nuestras escuelas” (Hargreaves, 1996, p. 265). Sin embargo, esta redefinición a demostrado su fracaso que se identifica en dos factores: la insuficiencia en el análisis a la reforma educativa en tanto sistema complejo donde cada elemento está interconectado, ante lo cual es un despropósito adoptar un enfoque que los aborde particularmente. El segundo factor es el prescindir de las relaciones de poder que se alojan en las escuelas. De esta manera, la pretendida reestructuración de la educación tendría que poner especial atención a dos factores en los que se juega su éxito: la reestructuración muchas veces obedece a intereses gerenciales en cuanto al manejo del recinto educacional. Colinda con la idea flexibilidad empresarial a fin de permitirse un campo de acción más amplio para degradar el servicio y reducir costos. El otro factor a considerar es la distancia entre la implementación de la reestructuración versus las expectativas contenidas en las hojas de ruta definidas para tal propósito.
Sobre las lógicas de poder que se alojan en las escuelas, se pone el énfasis en la “colaboración” en oposición a la competencia y jerarquización. La colaboración incluye: apoyo moral, aumento de la eficiencia, mejora de la eficacia, reducción del exceso de trabajo, perspectivas temporales sincronizadas, certeza situada, asertividad política, mayor capacidad de reflexión, capacidad de respuesta de la organización, oportunidades para aprender y el perfeccionamiento contínuo de la comunidad educativa.
La colaboración de ninguna manera es sinónimo de reestructuración, sino más bien, “el estudio y el establecimiento de la reestructuración supone comprometerse con ciertos tipos de colaboración, pero también avanzar más alla” (Hargreaves, 1996, p. 272) Se sitúa la opción de la reestructuración como control burocrático o bien como potenciación profesional. De la elección de una u otra dependerá el tipo de colaboración y de reestructuración que se logre.
En una segunda parte, el autor señala la tensión entre visión y voz como parte de la reestructuración de la sociedad posmoderna en general. La emergencia de nuevas voces implica la idea de que todos pueden hablar por sí mismos, incluso aquellos a quienes esa voz había sido negada. Llevado al plano educativo, la voz del profesor nos aporta información sobre su vida, de modo que si no se comprende la voz del profesor, tampoco se comprenderá su enseñanza. En el plano de la burocracia, las voces disidentes pueden desentonar con los intereres administrativos, a lo que se le opone la “visión” como el dispositivo que aglutina los compromisos compartidos por la institución. Al contrario de la voz, la visión provendría desde un discurso jerárquico que pretendería orquestar a su conveniencia el consenso. De ahí que el autor señale la importancia de generar una visión colectiva y la elaboración compartida de los objetivos comunes.
La confianza también es un elemento crucial en la lucha entre el control burocrático y la potenciación profesional, impresindible para crear relaciones de trabajo cooperativas, eficaces y significativas. La confianza puede depositarse en personas o en procesos. En el escenario actual, donde las personas cambian de filiación laboral constantemente, se ha hecho necesario poner el acento en la confianza hacia procesos y sistemas abstractos. La reconstrucción de la confianza en el escenario posmoderno apela en primer lugar hacia la generación de intimidad, coordialidad y confianza entre las personas, así, en educación se ha hecho común la tendencia por organizar grupos pequeños en los que se puedan fortalecer los lazos de proximidad. Por otra parte, la confianza en los procesos se indica como de mayor importancia: “los procesos en los que hay que confiar son aquellos que maximizan la pericia colectiva de la organización y mejoran sus capacidades de resolución de problemas” (Hargreaves, 1996, p. 279), tales procesos serían esenciales para el aprendizaje y el perfeccionamiento.
Otra tensión que se menciona es entre estructura y cultura. Mientras que los cambios estructurales se perciben como externos y subestiman las tradiciones y supuestos básicos, los aspectos culturales son más locales, específicos y determinados por “creencias profundas, prácticas y relaciones de trabajo entre profesores y alumnos que constituyen la cultura de la escuela y las tradiciones del sistema” (Hargreaves, 1996, p. 280). Desde esta perspectiva, un cambio significativo se produce apelando a la cultura más que a la estructura, sin embargo, lo que el autor llama “reculturización” tiene sus límites en tanto las culturas operan en un sostén estructural que tiene sus propias características, que pueden ser útiles o dañinas, por lo que muchas veces no será posible hacer cambios culturales sin antes modificar aspectos estructurales.
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Breve comentario:
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El texto propone algunos puntos de acceso para pensar los procesos de reestructuración en las escuelas. Se caracteriza por un escepticismo razonable en el que expone los elementos desde los cuales se puede modificar el ambiente educativo, pero al mismo tiempo señala sus vicios y peligros a fin de mantenernos prevenidos ante el inminente fracaso del proyecto. Ante la acumulación de experiencias que no han logrado el éxito en la reestructuración, el autor señala con detalle el revés de cada intervención, enriqueciendo el análisis de los elementos que se ponen en juego.
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Citas textuales:
(útiles para ser recogidas en informes y publicaciones)
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“La reestructuración intenta afrontar las nuevas necesidades de aprendizaje de la era postindustrial y postmoderna y unas estructuras de escolarización más flexibles, imprescindibles para satisfacer eficazmente aquellas carencias” (Hargreaves, 1996, p. 266)
“La colaboración ha llegado a convertirse en un metaparadigma del cambio educativo y de la organización en la era postmoderna (…) Desde un punto de vista histórico, las condiciones de cambio social rápido y radical han dado lugar tipicamente a esos cambios de paradigma” (Hargreaves, 1996, p. 266)
“Para comprender la enseñanza, sea como investigador, como administrador o como colega, no basta sólo con observar la conducta, las destrezas y las acciones docentes, sino que hay que prestar también atención a la voz del profesor, a la persona que expresa y a los objetivos que articula” (Hargreaves, 1996, p. 273)
“La conseción de una importancia exclusiva a la visión o a la voz no es constructiva para la reestructuración en general, ni para el desarrollo profesional, en particular. Un mundo de voz sin visión es un mundo reducido al balbuceo caótico en el que no hay modo de arbitrar entre las voces, de reconciliarlas ni de reunirlas” (Hargreaves, 1996, p. 275)
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